LA CRUELDAD DE LA GENTE BUENA
¿Por qué individuos considerados buenos ciudadanos, religiosos, educados y con arraigos profundos de moralidad terminan justificando y participando de crímenes atroces.
La crueldad de la gente buena
Los buenos ciudadanos suelen asumir rígidamente las buenas costumbres y son defensores de ellas, pero lo hacen acríticamente, fieles al significado inicial de moral y ética y obstinados en sus puntos de vista.
LA CRUELDAD DE LA GENTE BUENA
Por Edgar Manchego
La guerra suele aflorar lo peor de las personas. Durante la guerra, los combatientes liberan sus instintos primitivos y realizan actos que son vergonzosos e inhumanos. La guerra nos regresa a estadios anteriores, donde la irracionalidad prima y la fiera interior se hace salvaje y agresiva.
Durante la guerra, gente normal y corriente termina realizando actos bárbaros y crueles contra otros seres humanos. Ante su mirada y la mirada de quienes comparten sus ideas, todo está justificado mediante la figura del enemigo. El enemigo es el peligro latente que debe ser eliminado. Para ello se le aprende a odiar mediante la construcción social de imágenes grotescas y temerosas. Entonces el enemigo es transformado en un demonio, en un animal sádico y brutal. Todo lo que se haga contra él está bien, dado que no se le ve como un igual, sino un ser inferior, desprovisto de humanidad.
La imagen del enemigo
Desde épocas antiguas, se reconoció y dio nombre a los enemigos. Empezamos llamando bestias a los neandertales y de esta manera justificamos su extinción, luego los denominamos bárbaros, después negros, más adelante indios, herejes, sindicalistas, judíos, comunistas, palestinos, guerrilleros, homosexuales, terroristas, inmigrantes, árabes, hispanos. Cualquier nombre es válido para darle una figura al enemigo y justificar la violencia y la crueldad contra ellos.
La deshumanización del enemigo
En esta construcción social de la figura del enemigo participamos todos, unos en mayor grado que otros, pero definitivamente el odio termina por permear las mentes irreflexivas que claman justicia y venganza. Los verdugos se encargan de ejecutar las acciones de crueldad ante el aplauso de sus seguidores. Verdugos y seguidores se identifican en sus actos primitivos. Afloran en sus espíritus los peores sentimientos y con ellos la conciencia es relegada a lugares posteriores. Aquí los grados de educación y civilización no tienen nada que ver, sólo es el instinto depredador el que prevalece y ejecuta. Personas comunes y corrientes se convierten en temibles fieras que acechan a sus presas hasta capturarlas y despedazarlas.
Preguntas de conciencia
¿Cómo puede suceder esto?, ¿Por qué personas consideradas buenos ciudadanos terminan participando de actos bárbaros y crueles? ¿Cómo es posible que una sociedad justifique la tortura y el asesinato bajo el argumento del enemigo? Estas preguntas se las formuló Hannah Arendt, durante el juicio de Adolf Eichmann, teniente coronel de la SS nazi encargado de la “Solución final” en Polonia, el proyecto de Hitler para eliminar a los judíos.
Hannah Arendt fue una intelectual judía de origen alemán, reconocida por sus trabajos en filosofía, historia y política. Publicó varios libros y desarrollo una extensa labor periodística para varios medios estadounidenses. En 1961 se trasladó a Jerusalén para cubrir la información del juicio de Eichmann. Esta labor le significó todo un planteamiento filosófico acerca de la crueldad de la gente buena. Arendt estaba desconcertada ante la actitud y el comportamiento de Eichmann. Para ella era un ser tan simple e insignificante que era incomprensible que este hombre fuera el responsable y ejecutor de miles de asesinatos. Aparentemente era una persona común y corriente sin ningún asomo de bestia sanguinaria. Todo lo contrario, se mostraba como un hombre afable, de buenos modales y educación, quien se asumía como inocente de cualquier culpa.
Adolf Eichmann fue enjuciado y condenado a muerte en 1961 por crímenes contra la huminidad.
La banalidad del mal
Desde su perspectiva de filósofa, Arendt se preguntó por qué individuos considerados buenos, religiosos, educados y con arraigos profundos de moralidad terminan justificando y participando de crímenes atroces. Ante la crisis que le ocasionó su encuentro con Eichmann, la escritora alemana planteó la teoría de la banalidad del mal, para tratar de dar respuesta a este comportamiento contradictorio. En su teoría, Arendt, argumenta que la mente humana fluctúa entre dos elementos constitutivos: el conocimiento y el pensamiento. El conocimiento implica manejar teorías, desarrollar ideas, saberes y resolver problemas. En tanto que el pensamiento es un diálogo continuo y profundo consigo mismo donde se desarrolla una actitud crítica de las acciones propias.
El diálogo interior
Desde esta mirada, Arendt sitúa a las personas irreflexivas como aquellas cuyo pensamiento ha sido atrofiado por la carencia de la habilidad del diálogo interior. Es por ello que son incompetentes para juzgar sus propios actos.
El ejercicio de la reflexión implica el desarrollo de una mentalidad amplia con capacidad de ponerse en el lugar del otro para tratar de entender su punto de vista y su propio dolor. Por tanto el hombre pensante está enfrentado continuamente a conflictos morales que atan sus acciones a principios y convicciones. El diálogo interior fortalece la conciencia y dificulta el olvido dado que se aprende sobre experiencias anteriores y éstas sirven de base para emprender acciones futuras.
La escritora y periodista judía afirmó en uno de sus libros que el agente del mal no se reduce a sectores minoritarios fuertemente ideologizados sino que se extiende a una amplia gama social de personas comunes y corrientes que contribuyen activa o pasivamente a la implantación y sostenimiento de regímenes de terror.
La crueldad que heredamos
Guerras recientes han demostrado el grado de sadismo y crueldad de personas consideradas educadas y civilizadas
Esa diferenciación que hace Arendt sobre el conocer y el pensar, permite comprender por qué personas con altos niveles de educación y actividad intelectual reconocida pueden en algún momento cometer grandes atrocidades o ser cómplices de éstas sin manifestar ningún tipo de remordimiento. En propias palabras de la periodista judía, “éste tipo de personas no suele ser un malhechor sino todo lo contrario un buen ciudadano, pero que encierran en sí el potencial de la maldad”.
La gente de bien
Eichmann, el padre amoroso
Los buenos ciudadanos suelen asumir rígidamente las buenas costumbres y son defensores de ellas, pero lo hacen acríticamente, fieles al significado inicial de moral y ética y obstinados en sus puntos de vista. El diálogo interior se hace difícil y aunque la conciencia sigue allí es como un extraño. Arendt concluye que La conciencia se convierte en un raro ser con el que se coexiste pero con el cual ya no se convive. Los buenos ciudadanos suelen seguir los valores de sus vecinos, los que les dicta el Estado o su iglesia y los que se promueven a través de los medios de comunicación. Los buenos ciudadanos terminan tolerando las acciones bárbaras y crueles, participando en algún grado en los actos criminales o aplaudiendo los actos de alguno de los verdugos.
La crueldad colombiana
Colombia no se ha escapado a esta realidad de la guerra y su influencia en el incremento de la crueldad. Tantos años de guerra han dejado una estela de barbarie en la sociedad contemporánea, que nos ha descompuesto como nación. Desde los conflictos armados del siglo XIX la crueldad ha sido un ingrediente frecuente de nuestros actos primitivos. La castración de niños, la violación a mujeres, el corte de franela, el corte de corbata, la bragueta, la motosierra, entre muchos actos y métodos de muerte son comunes a la sociedad y su cultura.
Testimonio de un verdugo
Testimonio de un verdugo
Testimonio de un verdugo
Crueldad e identidad
El lenguaje y el comportamiento de la barbarie no solo han impregnado la cultura sino que se han convertido en elementos identificadores de la nacionalidad. Sin vergüenza alguna exportamos la imagen de nuestros narcotraficantes, de nuestros sicarios y de nuestros paramilitares. Repetimos, tal vez sin comprender, términos acuñados en nuestra violencia como dar papaya, dar piso, muñequear, tragar formol, mandar al man de la moto, entre muchas otras expresiones que han nacido de actos de crueldad.
El desconcierto que causa la realidad colombiana, es digno de estudios sociales y psicológicos. El odio cultivado entre sus nacionales es terriblemente cruel. Basta con leer algunos de los comentarios que escriben personas del común al final de las notas periodísticas relacionadas con el conflicto armado para comprender la profundidad de los odios y los grados de crueldad que se manejan. Estos comentarios, completamente deshumanizados, son similares a los que expresan los propios verdugos y ejecutores de masacres. Cualquiera de estos comentaristas puede asumir el papel de verdugo, y hacerlo con la crueldad que se requiere, sin ningún estupor o remordimiento.
WOLF BLOOD
“LASTIMA QUE NO HUBIERAN MATADO A ESTA ESCORIA, MAS ESFUERZO A LA PRÓXIMA, A PRACTICAR EL TIRO DE GRACIA HASTA BARRER CON TODOS ESTOS HIJUEPUTAS, SI LOS SIGUEN CAPTURANDO SE VUELVEN GOBERNADORES O ALCALDES, NO MAS CAPTURAS, NO MAS NEGOCIACIÓN, NO MAS IMPUNIDAD. MUERTE LOS MALPARIDOS GUERRILLEROS. GLORIA A LAS FUERZAS MILITARES DE COLOMBIA”.
JOSÉ ALFREDO DELGADO RANGEL
“Pobrecito, pobre niño, deberian imdemnizarlo y darle una medalla al sufrimiento, condecorarlo por el congreso, darle un carro y una vivienda. el no dice lo que ellos hacen cuando encuentran a soldados despues de un combate, ni a cuantas personas el habrá asesinado, eso si no ellos son unas mansas palomas, pobrecito en bebe, la mamá debe estar orgulloso de su heroe del ELN, felicitaciones, eres un buen colmbiano, debrian haber más como tu !a parte de todo sabes de medicina¡, pobre hp malnacido”.
JULIO ALBERTO TRUJILLO PUENTES
“muy buena x esa deverian haberle metido un palo x el culo y condecorarlo con le verga de acero este desgraciado solo el demonio lo perdonara a este hijo de perra deverian haberle chuzado pero el culo buena x esa buena le hubieran sacado la perra madre a este miserable".
La barbarie no tiene tiempos ni lugares
La barbarie es un acto reprochable desde cualquier punto de vista. No debe ser justificado bajo ningún argumento. Todos los seres humanos deben ser vistos de la misma manera y tratados como iguales. La mal llamada civilización, no debe ser un estándar de comportamientos e ideales compartidos, sino una búsqueda permanente de la reflexión, del diálogo interior, hacia el objetivo grande que es la conciencia humana. La civilización del futuro no debe sustentarse en los avances tecnológicos y en el conocimiento de las ciencias, sino en el grado de conciencia de una sociedad. Sólo cuando nos hagamos conscientes de nuestra existencia y de la de los otros, podremos definirnos, sin ningún tipo de vergüenza, como personas civilizadas.
La crueldad de los combatientes
No se sabe con exactitud cuántas personas han muerto en los últimos 30 años del conflicto armado colombiano. La cifra de desaparecidos es calculada por distintas organizaciones entre 15 y 100 mil personas. Ninguna guerra en América registra cifras tan altas.
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La crueldad de la gente buena
EDGAR MANCHEGO
Agosto 3, 2015
Soy un profesional de la comunicación social, me he desempeñado como periodista, realizador y productor. Gran parte de mi trayectoria ha sido en la radiodifusión y en la docencia universitaria. Mi voz se ha utilizado en innumerables producciones audiovisuales.